Suenas a verano, le decían los alemanes a Elena. Al verano de las vacaciones en Malorca (con ele), de las fiestas con jarrones de cerveza.
Sería poético si no fuera porque es profunda y horriblemente colonialista: significa pensar las personas como elementos de un decorado al servicio de uno.
Suenas a verano. Eso se le dice a los grillos, por favor.