Solo un par de días después de escribir el post del turrón me topé con este reclamo en el supermercado. Reza: Tapas navideñas. Y procede a ofrecer recetas para unas estupendas tapas navideñas. Dátiles con mazapán y chocolate blanco, hamburguesas de albaricoque con chocolate con avellanas y pistacho e higos marinados en canela y regaliz.
Vamos, lo que vienen siendo las tapas tradicionales de toda la vida.
Mi reacción instintiva fue inmediata: ¡tapas! igual de auténticas que un Papá Noel !Kung.
Como antropóloga que soy, a esa primera reacción de irritación le siguió la consecuente pregunta y cuestionamiento de mi etnocéntrica respuesta a este cartelillo:
¡Un momento! ¿pero no decíamos que la humanidad es precisamente el préstamo de costumbres, tradiciones, platos, herramientas y pensamientos? ¿hay algo auténtico? ¿y por qué lo mío? Pero entonces ¿por qué me molesta, entonces, este reciclaje del concepto de tapa? ¿es legítimo que me moleste?
Mi irritación no era nueva: en Dinamarca se llama tapas a cualquier ración pequeña, de lo que sea. Supongo que queda más glamuroso llamarlo tapas que ración roña.
Otro ejemplo: tapas de fruta. ¿Tapas de fruta?
Bueno, y si hay otras adopciones de elementos culinarios que ni me inmutan, como el uso del aceite de oliva o la repentina presencia del jamón ibérico en las estanterías de los supermercados, entonces ¿a qué se debe esta reacción etnocéntrica?
Creo que es una cuestión que reúne a la semántica y el rechazo por una hipercomercialización abrasiva:
Por un lado, llamar tapa a cualquier microrración es una confusión del significado de la palabra que molesta tanto como a los valencianos les irrita que se llame paella a cualquier plato de arroz cocinado en una sartén de igual nombre; a los griegos les han dado la razón las autoridades alimentarias, al no permitir el uso del nombre Feta para cualquier queso de tal consistencia y punto de sal o yogur griego a cualquiera que fuera mazacótico y cremoso. (Y aquí se podría discutir: ¿hay una autoridad que decide las definiciones de los alimentos, cuando estos pasan de mano en mano y se transforman constantemente? Algo similar a la distinción. )
Por otro lado, me irrita, aunque menos, quizá, el uso descarnado de tradiciones ajenas por razones de pura explotación comercial masiva, invasiva, abrasiva. Así, el uso del concepto de tapa, no es que se adapte de una forma relativamente natural (¿hay algo natural en el préstamo cultural o en lo cultural per se?): a mis (ya solo quizá etnocéntricos) ojos, se pervierte, se prostituye al servicio del macrobolsillo y corre el riesgo de disolverse en los avariciosos buches de la homogeneización. Cualquier cosa vale si se puede vender. Y no es una cuestión de malinterpretar o simplemente adaptar el concepto, sino de usurpar un nombre sin miramientos por puro afán dinerario. Creo que es eso lo que me molesta.
Pero bien pensado:
A mí qué me importa. En realidad, me basta con lanzarle una socarrona sonrisa al cartel de las super tapas navideñas de dátiles con regaliz o con ceniza de cigarrillos, que total, ya puestos a innovar...