El mundo no es un lugar de libre circulación. Creemos que nos podemos mover de frontera en frontera a nuestro antojo. El mundo libre: un porsupuesto de nuestro vivir cotidiano. Yo voy a donde quiero y cuando quiero.
Huelga hablar de la ceméntica realidad de impenetrabilidad de esos bordes imaginarios en el sangrante caso de los refugiados: prisioneros, abusados, esclavizados. A buen seguro, desesperados profundamente desesperados. Han llegado a la otra orilla con la muerte a cuestas, con el horror en sus espaldas, y como en las películas más escalofriantes, el sueño de la salvación se convierte en la peor pesadilla. El sueño: algo tan sagrado como La Carta de los Derechos Humanos con sus pactos Internacionales firmados y ratificados por una ristra de países entre los que se cuentan los que convierten la Carta en un adorno, en un mero capítulo del libro de sociales del colegio.
Pero no hace falta irse tan lejos. Imagínate que quieres invitar a tu hermano a tomar un café en tu casa... pero no le dejan venir.
El hermano de mi amiga iraní (el del google translate) no puede venir a visitarla sin hacer un desvío considerable, porque Dinamarca le deniega la entrada. Sólo dejan venir a los padres de los que nacieron en otro lugar (pero que son daneses de una nacionalidad de segunda). Tras esperar unos cuantos años, finalmente consiguió una visa Schengen a través de Alemania. Y sólo así ha logrado venir a ver a su hermana, ver cómo es esa vida que seguro había visto a través de la pantalla de Skype, y que habría tenido que rellenar con los esfuerzos de la imaginación. Estos Allí y Aquí tan lejanos, tan aislados, tan impermeables, no son más que el fruto de la radicalización de la idea compartimentada de la humanidad que se nos está metiendo debajo del papel de la pared, ya no tanto sin que nos demos cuenta, porque las paredes, como si tuvieran lobos dentro, llevan ya un tiempo gritando. Y mientras yo no puedo más que consolar a mi amiga, porque sé perfectamente lo vacío que se te queda el mundo cuando tus hermanos se vuelven de la visita, aunque le tengo que poner extra de hiel, porque ella no sabe cuándo ni si habrá una próxima vez. El mundo libre. Sí, claro.