Vivimos en la Era de la deificación del logro individual: del Cada uno que se ocupe de lo suyo. Además de recordar que esto es una gran mentira (y si no, alguien se ha olvidado de contarnos que ya no hay que tributar a hacienda, ni pagar el 25% de iva, etc) ... me gustaría hacer un pequeño recordatorio de cómo, en realidad, sin el esfuerzo colectivo no estaríamos donde estamos ni habría esfuerzo individual que valiera un céntimo.
Lo que llamaré la sofisticación de la organización de los grupos humanos es un fenómeno que se produce cuando la presión demográfica ahoga lo suficiente y se adopta una organización social, económica o política más compleja que la anterior. (Esto no implica que exista una línea única de desarrollo o evolución: intento evitar este vocablo porque no quiero que se deduzca de mis palabras que existe un fin y modelo perfecto al que todo sistema tiende, porque, simplemente, esto no es así).
En líneas muy generales, los más básicos eran los grupos familiares, que se daban en entornos de una densidad demográfica de 1 habitante por kilómetro cuadrado, y lo normal era que estuvieran constituidos por entre 25 y 35 personas.
Las bandas de cazadores-recolectores contaban con 100-200 personas, en algunas ocasiones sin líder (grupos acéfalos), en otras con un cabecilla que empieza a gestionar el grupo en cuanto a que mediador de potenciales conflictos intergrupales.
En el siguiente estadio de complejidad es el del grupo donde existe el llamado Gran Hombre, que tiene aún más poder que el cabecilla.
Al Gran Hombre le sigue el Cacique, hasta que la presión demográfica hace necesaria la aparición de la política: alguien que gestione los recursos del grupo. El Estado. La especialización de las tareas y, consecuentemente, la redistribución del esfuerzo colectivo, se hacen necesarias para la supervivencia del grupo como tal.
Insisto en que se trata de una línea general que establece estadios de complejidad, no es un modelo de evolución ni lineal ni determinista ni hacia un estadio perfecto.
Los niveles de densidad demográfica y organizativa, son irreversibles, a menos, claro está, que se retorne a las condiciones demográfico-ambientales: esto último, altamente improbable, ya que el crecimiento demográfico está asociado a un esquilmado de los recursos. Lo primero es un poco escabroso, claro. En particular si te toca a ti ser el que se sacrifique para devolver los números poblacionales a su sitio original.
Este esquema está repleto de flecos de los que tirar e hilar reflexiones: sobre la conveniencia de la especialización; Sobre la relación entre el tamaño del grupo de decisión política- se puede disminuir y de todos modos, aunar y compartir esfuerzos. Sobre cómo se produce la redistribución de los beneficios de esos esfuerzos, sobre los juicios de valor sobre si un estadio es o no superior al otro; creo recordar que fue Marshall Sahlins que dijo algo así como que los grupos supuestamente primitivos ventilaban las cuestiones prácticas y de supervivencia en menos de cuatro horas diarias, quedándoles así el resto de tiempo para el ocio y el descanso. Y se preguntaba qué clase de progreso es este que hemos supuestamente alcanzado (ya sé, ya sé, pero no deja de ser de obligada reflexión.)
Las preguntas son muchas, pero hay un hecho que es impepinable:
Estamos en un punto de no retorno, donde tanto las necesidades básicas colectivas (nutricionales) como las aspiraciones (científicas, sanitarias, artísticas; incluso comerciales) son irrealizables sin la especialización de las tareas y la redistribución de los beneficios colectivos. Sin el esfuerzo de todos, sería imposible investigar en el campo de la medicina, formar médicos que pudieran curar nuestras enfermedades, sería imposible construir hospitales, equipos médicos... y sería imposible pagar los tratamientos; sin la suma de los esfuerzos de muchos países, serían imposibles los avances en materia de astrofísica; formar maestros, profesores de universidad... sin el esfuerzo colectivo, Star Wars no hubiese podido filmarse jamás.
A estas alturas del cuento, dada la población humana sobre la faz de la tierra, arrasar con el aunamiento de esfuerzos sería la mayor tragedia de la historia de nuestra especie. Aunque quién sabe si esta epidemia de avaricia y mezquindad que nos asola lo lograrán.