Los museos con temática etnográfica tiene secciones que algunas veces nos parecen irrelevantes, o como poco triviales, repletas de jarrones, ropas viejunas y otros objetos que representan otra cultura o sencillamente nuestras culturas, pero en otros momentos de la historia.
Esto es así porque en realidad nuestras vidas se configuran a través de objetos. Uno siempre puede discutir si cambiar tu costumbre de tomarte un café con un amigo por reunirte con él por Skype o intercambiar opiniones en Facebook es realmente un cambio, pero lo cierto es que los objetos son esenciales en la forma en que vivimos la vida. Y no solo porque sean símbolos, es que tienen el poder de transformar nuestra manera de vivirla.
A modo de ejercicio, puedes intentar pensar en los cambios que ha introducido en tu vida tu teléfono móvil- y pensarlo de forma muy concreta: cosas que no hacías antes, o que hacías de una forma diferente. Apenas hace un tiempo era de muy mala educación hablar con alguien por el móvil mientras estaba sentando a la mesa con otra persona. Quizá ahora lo siga siendo, pero es absolutamente normal. Cada vez veo más gente sentada a la misma mesa, con los ojos clavados en la pantalla. De su móvil. Cada uno.
También puedes observar el universo de objetos que rodean a un niño y compararlo con el universo de objetos que rodean a un adulto - y lo que significa esto en su estilo de vida, en sus hábitos, en sus quehaceres diarios. Cambiamos una pelota por un ipad y la vida no es igual. Pero claro, esto es también por unas cuantas razones, los objetos también nos pueden contar muchas cosas: resulta bastante superficial decir que esto es así porque los padres se han vuelto muy cómodos (nada más lejos de la realidad), o porque los niños se han vuelto mimados. Es así por un prisma multifacético de razones:
Por un lado, la estructura familiar ha cambiado, y es más común que tanto la madre como el padre tengan un trabajo de horarios fijos;
Otra cuestión relevante es la importancia que ha cobrado el individuo y su realización como persona, a la vez que se ha incluido al niño en la categoría de "persona"; estos hechos han provocado un frenesí de actividades complementarias (fútbol, teatro, ballet, kárate, baloncesto, lo que se quiera. Unas actividades, por cierto, capaces de consumir las migajas de tiempo que les quedan de los padres, que son bien escasas.
Por otra parte, la importancia de la tecnología, como parte del universo de conocimiento y forma de manejarse en el mundo, hacen vital que el niño tenga acceso a esos aparatejos si uno no quiere un relegarlos a una suerte de Edad de Piedra.
Y por último, las exigencias sociales que se han creado precisamente en torno a estos nuevos objetos: si no quieres ser un bicho raro, tienes que tener una cuenta en tal o cual medio social, contestar a los mensajes, defenderte de los ataques, poder ver los comentarios de los otros. Es la plataforma tardomoderna de lo que se conoce como despioje (las comunidades de primates socializan a través del despioje).
El uso del ipad o los teléfonos móviles son unos ejemplos de los mil que podrían darse sobre la importancia y el poder que tienen los objetos en nuestras vidas.
Pero los objetos no solo cambian en la línea más obvia: la del tiempo- en una supuesta evolución de nuestra producción ingeniosa- los objetos varían también en el espacio, aunque con la llamada globalización (término muy discutible, por cierto), la homogeneización ha hecho que las diferencias en el universo de objetos no sea tan chocante para viajeros ni migrantes. Es más: es hasta aburrido. Una muy buena amiga me decía que le aburre viajar en Europa, porque lo que se ve es esencialmente lo mismo en todos los países. Y es verdad en el plano turístico.
Aunque aún hay diferencias y uno puede encontrar objetos que tienen mucho que ver con la forma de vida de los lugares: pues al fin y al cabo, los objetos son los elementos en torno a los que gira la vida cotidiana, repleta de valores, especificidades geográficas, creencias...
Por ejemplo, en Dinamarca se comercializan unas bandejas para poder dejar las botas o los zapatos mojados en la entrada de las casas, algo que sería innecesario en lugares de climas más secos.
En un viaje que hice a Turkmenistán, por cuestiones de trabajo, me llamó la atención la vestimenta de sus habitantes. No había apenas tiendas de ropa, sus habitantes aún no acudían a único centro comercial que había en el país, sino que iban a los mercados tradicionales a comprar la tela que luego una modista convertía en ropa.
Como migrante es a ratos confuso o frustrante intentar encontrar un objeto de nuestra cultura (por ejemplo, un paellero, o una paella, como en realidad se llama la sartén con asas), puede no existir o estar clasificado de distinta manera de modo que se encuentra en un lugar diferente al que estamos acostumbrados.
Por no mencionar el entretenimiento que proporciona aprender la propiedad de los objetos: el cuándo y cómo se deben usar.
Piensa por ejemplo, en la ropa. ¿Dónde y cuándo es apropiado llevar sandalias? ¿Por qué no está bien llevar sandalias como estas en un restaurante fino?
Objects
Those museums that have an ethnographic theme, have sections which, at times, may seem irrelevant or even trivial to us: they are full of useless jars, old clothes and other objects that represent other cultures or cultures in different points in history.
In fact, our lives are configured through objects. You can always discuss whether changing "having a cup of coffee in person" for a Skype session or interchanging ideas in Facebook instead of in a bar constitutes a substantial turn. But the truth is that objects change our lives.
As an exercise, you can try to think of the changes that have been introduced in your life by your mobile phone- and think about it very specifically: things you did not do or did differently before your mobile.
Not long ago, it was very rude to talk in the mobile while sitting at a restaurant with someone else. And maybe it is still rude, but it has become totally normal. I see more and more people sitting at the same table, with their eyes fixed to the screen. Of their mobile. Each of them.
You can also observe the universe of objects which surround a child, and the universe of objects that surround an adult- and what this means in terms of the way of life, in their habits, their everyday doings.
Change a ball for and Ipad, and life is not the same. But of course, this is not a coincidence, there a number of reason for it: and it is quite superficial to say that children get an ipad because their parents are lazy (nothing further from the truth) or because children have become spoiled brats. As I say, there are a number of reasons for it, apart from the obvious pattern of consumimerism:
On the one hand, the family structure has changed and it is more common that both the mother and the father have working schedules.
At the same time, the importance of the individual has grown considerably and the realization as a person has become crucial, and children have been included in the category of Person, and therefore, they need to realize themselves as persons. This has caused a frenetic outside-school activity (Football, drama, ballet, karate, basketball or you name it)- these activities, by the way, kill the leftovers of time that parents may have.
On the other hand, technology, is a part of the universe of obliged knowledge of our times and constitute the way children relate to the world, it is therefore vital that the child has access to these gadgets, unless we want to push the child into a sort of Stone Age.
Lastly, there are a lot of social demands and pressure that have been created around these objects: if you don´t want to be a wallflower, you have to have an account in such or such social media, answer the messages, defend yourself form the attacks, see other´s comments. This is the latemodern platform of what is known as delousing (many primate communities socialize through delousing each other
This is just an example of how objects have a weigh in our lives- but there are thousands of examples.
With the so-called globalization (a debated term, by the way), the homogenization of almost everything has made that the universe of objects is no longer shocking to the traveler or the migrant. What is more: it is even boring. A good friend said that Europe bores her, because what you see is essentially the same in all the countries. And it is true as a tourist.
But there are still differences, and one can find objects that have a lot to do with the way of life in their places: as in the end, objects are elements around which daily life spin: full of values, traditions, geographical specifics, believes...
For example, you can buy a sort of a tray for wet boots or shoes- normally placed in the hall of the house.
This would not make sense (or would not be enough useful in a geographically dry context, or even where people don´t take out their shoes at home)
When I went to Turkmenistan, the way locals dressed caught my eye. There was hardly any clothes shops, locals did not go to the only shopping centre of the country, they bought material in local markets and then took it to a tailor.
As a migrant, it is sometimes confusing or frustrating to try to find a matching object- it does not exist, or can be classified in a different way, or simply, placed in the supermarket under a different section to what we are used to in our country.
Not to mention the entertainment provided by learning the appropriateness of an object: when and where to use it.
Think for example, of clothes. Where and when is it appropriate to wear sandals? Why is it not OK to wear sandals like those above in an elegant restaurant?