Asunto: la siesta.
Consejo: no saques este tema de conversación con un español, a menos, claro está, que tengas ganas de fastidiar.
Creo que me enfadé ya allá por la quinta vez que, con las cejas arqueadas acompañadas de codacitos como de complicidad (tipo este sketch de Monty Python): La siesta, ¿eh?
Después de unos tres años de hartez siestil, en un viaje a Portugal vi un anuncio de un bocadillo especial con jalapeños de McDonald's en la televisión. Salían, creo recordar, sombreros mejicanos. Y el lema del anuncio era: As Spanish as the siesta. Y pensé: ya ni siquiera nos queda Portugal.
No he podido encontrarlo, pero por el camino me he topado con unas cuantas lindezas, como el anuncio que encabeza este post. Pero también he encontrado la versión australiana del Spanishasthesiestacrap que puedes disfrutar aquí.
En la imaginación colectiva del turista/visitante, cuando las tiendas echan el cierre a la hora de comer, sus empleados se apresuran a coger la almohada más blandita de las tantas que tienen guardadas en la trastienda, montan en catre y se echan una cabezadita. En las oficinas, las mesas están repletas de trabajadores durmientes. Como si hubiesen venido las tres hadas de la Bella Durmiente y hubiesen pasado la varita indiscriminadamente sobre el territorio español.
Porque ese sueño de mitad del día, se imaginan, es tan sagrado que hay que paralizar horriblemente la sociedad.
Y escriben artículos sobre lo anticuado de la siesta. En este artículo se habla de que España necesita volver la cara al horario normal. Horario normal= el suyo, claro.
El tema de la siesta tiene muchos elementos interesantes: el del mito, el estigma, el etnocentrismo, ellos y nosotros y las razones de las costumbres.
Por partes.
El mito: ¿quién puede dormirse una siesta en mitad del día? Miriam me contó que cuando sus suegros le preguntaron preguntaron cuántas horas de siesta dormía le dieron ganas de contestar que 4 ó 5.
¿Por qué nos molesta cuando nos preguntan? (o cuando escriben artículos como el del New York times)
Nos molesta porque por un lado el mito de la siesta es falso y por otro ( y más fastidioso) lleva regalo escondido: el estigma. Los guiñitos y codazos al preguntar por la siesta en realidad llevan implícito el estereotipo del vago. Los españoles dormimos siesta porque somos unos vagos y unos fiesteros. Y cuanto más al sur, peor. Recordad el post sobre estereotipos, donde hablaba de la diferencia entre costumbres o prácticas y personalidades nacionales. Los estereotipos (como por ejemplo esa injuntable colección de topicazos horteriles que han juntado para hacer el anuncio de McDonald´s) molestan porque tienden a ser falsas percepciones de y reducciones ridículas de universos culturales de inmensa riqueza. Son meros garabatajos mal pintados.
No es verdad que seamos vagos ni fiesteros. Ni siquiera que durmamos a mitad del día o la pausa sea sagrada. Es que, a diferencia de otras culturas, en la nuestra, la comida fuerte se zampa a mitad del día. Hay unas cuantas razones para eso - y se podría justificar que pensamos en la comida de una forma diferente: no nos parece sano meternos un banquete a la hora de cenar, que en nuestro caso es mucho más tarde que, me atrevería a decir, el resto de Europa. Y eso es simplemente porque nuestra cultura estructura el día de una forma diferente a otros lugares. Sí. No me voy a poner a discutir las posibles razones de esto, hay muchas y ninguna de ellas podría explicar por sí sola este hecho. Por ejemplo, las condiciones de geoposición: el solazo de las tres de la tarde es implacable y se hace difícil casi cualquier actividad: Max dijo, al hilo del famoso artículo: Y Yo los ponía a los del New York Times a las 3 de la tarde en Agosto, a repartir folletos de los mormones por Sevilla. No, ¿verdad? Lo cierto es que esas mismas condiciones me las imagino en California (y seguramente me esté equivocando) o esas mismas condiciones no se dan en noviembre. Es decir: hay otros factores que contribuyen a nuestro extraño horario.
Pero que no sea como es el horario inglés o americano no quiere decir que no sea normal. Porque normal hay poco sobre el planeta, afortunadamente, que si no sería un rollazo de planeta.
Que puede discutirse y una jornada continua es muy ventajosa, por supuesto. Que forma parte de nuestra identidad ese comer tarde y en medio del día, también. Pero de ahí al As Spanish as the siesta hay un trecho.
Así que cuando alguien empieza simplemente a pronunciar la palabra sies... ya sabes por qué saltas: porque están hablando de tu identidad, están estigmatizando, están confundiendo chorizos con sombreros.. y además están ignorando lo hermosa que es la diversidad de costumbres.