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Desarraigo: Los politerrícolas perpetuos.

El otro día un amigo, cuya novia es de y reside en otro continente, me pregunto qué era lo más duro de irse a vivir a otro país.

Creo que lo más duro es ese sentimiento de no-pertenencia que no se quita ni con aguarrás. Ya no eres de allí, porque te has perdido los giros lingüísticos de Belén Nosecuantitos (es más: no sabes quién es, o quizá leas su nombre en los periódicos, pero no sabes bien cómo empezó todo, de dónde salió).

Ya no eres de allí poque no comprendes cómo puede alguien permitirse prometerte una cosa y no cumplirla.

Ya no eres de allí porque te importa un bledo quién gane la copa de Chorlito.

Y sobretodo, porque tus amigos te miran como si fueses un marciano cuando te plantas unas botas de media rodilla en pleno agosto, como si estuvieses en el Norte, igualito. Tú ya ni te das cuenta.

Pero tampoco eres de aquí, porque si tus amigos españoles te miran como si fueras un marciano, a algunos locales se les transparenta el pensamiento: pobre, si es que es extranjera; o peor aún: se agarran el bolso al verte.

O te dicen que hay que ver lo bien que hablas el idioma, cuando eres incapaz de pronunciar el nombre de tu calle. ODIO cuando me piden mi dirección: no ha habido una, UNA sola vez que no me hayan dicho: ¿EIN? al pronunciar el nombre de mi calle. Claro, que tiene un par de sílabas horribles: como rød, rojo, una de las palabras que los daneses te hacen pronunciar cuando quieren reirse de ti:

A ver, repite: " rød grød med fløde" -que es el nombre de un postre, una especie de mermelada de frutos rojos con nata- y se parten de risa incluso antes incluso de que hayas empezado tu embarazoso intento, porque tienen la certeza de que lo vas a decir fatal. He encontrado este video que ilustra muy bien esta experiencia por la que pasa todo extranjero que conoce a un danés. Tú sabes que lo estás diciendo fatal, pero te dicen: sí,sí, sí (con el mismo tono del tipo en el video) y que significa en realidad: pobrecillo, para no ser de aquí lo dices fenomenal.

Y el pasar de los años trae solamente una resignación somera sobre esa realidad de la que te diste cuenta en algún momento de tu aventura extrasideral: que tu extranjerización es irreversible. Es duro no saber de quién eres, pero al mismo tiempo, es una experiencia fantástica que te ha hecho crecer como persona y te ha convertido en un politerrícola con galardones.

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