Estar lejos significa tantas cosas. Se echa de menos tanta chatarra... alguna menos transportable que otra: el agua del grifo, el canto de los grillos en verano, ¡el verano!, el jamón serrano, la esquina de la Avenida Filipinas con Jesús Maestro: una confluencia absurda que no te importó hasta que no pudiste estar en ella cuando quisieras. Pero no, nada puede hacerte sentir más lejos que la enfermedad de alquien a quien quieres.
Porque hay facebook, whatsapp, hay teléfonos y skype, pero no hay nada como las manos prietas de una hermana.